jueves, abril 12, 2007

AL OTRO LADO DEL TÚNEL

Te meten, te metes... Da igual, entrar es fácil. Salir es peor
Escribir es mi terapia, ya lo saben. Esta noche necesitaba ordenarme, ordenar todo lo que llevaba dentro. Y ... Ha sido complicado. Estas líneas es lo que queda de mi tras caminar por aquel túnel.
"Los segundos retumbaban en su cabeza, aún cuando sabía que el reloj se encontraba muy lejos. El cielo se cubrió de nubes alertando la llegada de una gran tormenta. Se estremeció, el momento había llegado, la hora que tanto había esperado por fin se abría paso ante ella.Caminó sigilosamente por la habitación esperando que los otros se fueran. Estaba lista. De su media sacó una navaja y terminó de cortar el metal que aprisionaba el pescuezo como un animal. Tenía que actuar con rapidez, sabía con exactitud que volverían. No tenia tiempo que perder.




Cambió de lugar la cama y se introdujo en el conducto. No tenía linterna y estaba muy oscuro. Siguió avanzando y advirtió que algo recorría sus pies, las manos, y otras partes del cuerpo mas escondidas entre su escasa ropa, pero el miedo y el susto no hacían efecto en ella, ya soportaba cualquier cosa.No sabía cuanto tiempo llevaba ahí dentro, pero podía asegurar que hacía más de una hora que avanzaba sin parar. Se detuvo para tomar la última gota de agua que quedaba en su cantimplora, la cual había robado de su compañero. A pesar de no saciar su sed, siguió adelante.





Las gotas de sudor recorrían su cuerpo. En su mente revivía todos los momentos pasados mientras continuaba por el conducto, ya no le importaba nada, ni la insistencia de la gente, ni el agobio... Había vivido algo que todavía no terminaba de comprender. Quería perder la memoria, olvidarse de todo, de todos, quería volver a nacer pero ser otra en cuerpo y alma, alguien diferente, que no tuviera nada de lo que era antes, ¿podría lograrlo?





De repente, notó como el conducto empezaba a humedecerse. La tormenta había comenzado, sabía que esto le dificultaría las cosas, pero quiso seguir. La humedad se convirtió en gotas y horas después el agua comenzó a cubrirla las rodillas. Tenía que darse prisa, pero estaba exhausta. De todas maneras continuó con el mismo ritmo.De repente reparó que el camino comenzaba a esclarecerse, pensó que estaba cerca, se entusiasmó y se llenó de placer durante unos instantes. Salió a la luz. Se alegro de haberse liberado del conducto justo antes de que el agua le cubriera las piernas. Se paró, sintió la lluvia que la empapaba y el viento que la alborotaba el pelo que aun tenía seco. Se regocijó pensando en lo que había dejado atrás, giró su cabeza y observó. Empezó a reírse y tuvo ganas de gritar. Corrió libremente por el enorme espacio verde frente a sus ojos, quedando muy atrás la gigantesca mole que la había contenido esclavizada por más de tres meses. Y lloró, lloró mucho. Tenía que volver a empezar, se sentía pequeña, sin ganas... Con dudas.

De pronto, sintió una extraña sensación, no sabía donde ir, y por primera vez en su vida experimentó el miedo, parecía estar perdida en medio del espacio sin encontrar un lugar propio, algo que la mantuviese estable. No quería dormir, ni comer, tampoco deseaba hablar, no sabía que le esperaba ni cuanto tardaría en llegar eso que tanto ansiaba. Pensó en aguardar a que algo sucediera, pero esto la atemorizó más y volvió a correr. Se mantuvo así varios minutos hasta que finalmente tropezó con una piedra.Sus ojos daban vueltas, su respiración se aceleraba; lo único que visualizaba era una luz... Una extraña luz blanca… No tardó en vislumbrar su mirada. No sabía que la pasaba. Dos segundos bastaron para que la energía que la hacía estar constantemente en movimiento se desplomara de golpe hasta sus pies. En ese momento quiso escapar, volver a correr muy deprisa…





Cuando se alejó de él, sus ojos se transformaron en un fantasma que se apoderaba de sus pensamientos. Estaba a cinco minutos de ellos y tenía que posicionarse aún más cerca. Una pulsión interior la empujó retroceder el camino andado para a reencontrarse con aquella mirada. Era la primera vez que se sentía impotente ante algo que no controlaba. Sintió que en medio de toda aquella batalla había algo contra lo que no podía luchar: ella misma. El silencio, don de la armonía, la perseguía entre el bullicio de la gente como una bendición. El seguía ahí. El tiempo jugaba en su contra, era imposible pararlo para que él no se fuera. Siguió mirando la luz blanca, parecía tenerle al lado después de toda aquella angustia. La tomaba de la mano. Fue entonces cuando… Se cayó de la cama. Todo había sido un sueño, una pesadilla o un deseo anhelado, ensuciado por el remordimiento de su inconsciencia".

1 comentario:

Anónimo dijo...

Bueno, ya sabes que yo tampoco duermo. Estoy mayor. No me ha gustado recibir lo que leo en tu mail, pero tu relato en forma de desahogo es bastante bueno, metafóra de un sufrimiento interior y exterior certero.

Vamos a ver linda, iré punto por punto.
1. Ya sales del túnel. Olvídate del hospital de muñecos rotos, de las vomiteras y demás.

2. Todo acaba saliendo, Sara. No tengas prisa, que si no mira como puedes acabar. El show, y ahora nunca mejor dicho, acaba de empezar. Pásalo bien, cielo.

3. Soy consciente de que la situación en estos momentos es extraña, pero no hay de que avergonzarse ni sentirse inferior a nadie. Ninguno somos perfectos. Querida niña, muchas quisieran ser como tú, muchas ya se hubieran vuelto locas.

Adelante, Sara, se tú misma sin miedo. Camina sin parar, pero, sobre todo, recupera tu calma, tu serenidad. Todo va a ir saliendo solo.

Mañana te pego un aviso a ver si puedes desayunar cerca de Torre.