sábado, octubre 25, 2008

TESIS

Cuando abandoné la facultad, a mis tiernos e ingenuos 21 años, pensé que no iba a volver a poner un pie en ella nunca más. El tiempo me quitó la razón y ahora a mis 26 he vuelto a pasearme por los pasillos del búnker que arropan a la Facultad de Ciencias de la Información de la Universidad Complutense de Madrid donde, aunque no quiera reconocerlo, se guardan parte de los recuerdos más bonitos de mi vida.


Esta mañana he recibido la admisión en el departamento de Periodismo II para cursar estudios de doctorado. Decidí inmiscuirme en este fregado, tras pensarlo mucho. Cuando acabé mis estudios de licenciatura me ofrecieron quedarme en un departamento, formarme y acabar dando clase; pero rechacé de lleno esa oferta porque vivo como pienso. Durante mi etapa de estudiante de periodismo siempre me quejaba de que en la facultad había profesores que no son periodistas y que, por tanto, no tenían ni idea de lo que pasaba fuera de las aulas a excepción de mi amigo Luismi que, además de profesor, es un excelente profesional de los medios audiovisuales. Él me ha visto crecer con mis sueños, que se gestaron a su lado, junto a mis amigos, a las puertas del estudio 25 de radio de la facultad.

Él entendió en su momento que no quería ser como el resto de mis profesores y que no deseaba pasarme la vida teorizando, porque eso no es periodismo; tampoco quería un título. De hecho, ese es el menor motivo por el que, al igual que mi carrera, me atrae el hecho de hacer una tesis doctoral. Así que acabé un año antes mi licenciatura y empecé a trabajar en un periódico, en uno muy grande y de mucha tirada. Mi única intención por aquel entonces era hacerme periodista, aunque no mirara como quedaran otros aspectos de mi vida. Pero ese útimo punto es otra historia...


Han pasado casi cinco años desde que decidí salir del búnker y, para mi suerte o desgracia, ya no trabajo en ese periódico y a día de hoy todavía ando aprendiendo a ser periodista, pero esta vez desempeño mi profesión en el medio que me sedujo cuando era una adolescente: la radio. Estoy en un momento personal y profesional tranquilo e intenso a la vez.

Dicen que cuando haces algo para ti mismo, ese algo es lo que mejor te puede hacer sentir en este mundo. Mi tesis va a ser para mi, no va a ser un medio para conseguir un fin con forma de título (esa mentalidad es demasiado simple), ni una carga inútil burocrática. Mi investigación va a tener como principal fin enriquecerme a mi misma. Me apetece aprender más allá del estudio de radio, tengo ganas de escribir, de empaparme de libros y, por supuesto, de ser periodista.

domingo, octubre 19, 2008

CUESTIÓN DE PELOTAS

Desde que mi mundo es mundo he aborrecido la información deportiva, es más, desde que empecé en el oficio de contar cosas a mis dieciséis años, nunca jamás de los jamases había cubierto un evento deportivo. Pues bien, los 26 añazos han venido con un regalito bajo el brazo: una acreditación a mi nombre para cubrir el Masters Series de Madrid.

Para mi el tenis siempre había sido sinónimo de niños/as pijas que se vestían de marca para atizarle raquetazos a una bola. Éso había sido, hasta que llegó el día en que me tocó acercarme a una competición. Era miércoles, me acredité de estrangis, es decir, fuera de plazo y gracias al favor de un compañero. Deambulé por el Madrid Arena alrededor de 15 minutos hasta encontrar la sala de prensa. Llegué a ella, me tomé un café, me senté en uno de los sillones que quedaba libre, respiré y miré la pantalla de resultados del torneo. Saqué mi cuaderno de notas, me dispuse a escribir y ahí, en ese punto de la historia, empezaron mis problemas. No tenía ni pajolera idea de que era un Deuce, ni un set, ni lo que significaba romper un saque...

Tenía que salir de aquella laguna terminológica y decidí confiar en la buena voluntad de los compañeros de profesión. Así que volví a ponerme ante el panel de resultados y me dije: "Al primer periodista que vea con cara de interés le voy a preguntar unas cuantas cosas". Y así lo hice, me encontré con Javier, un excompañero del periódico en el que trabajé cuatro años de mi vida. Me explicó todo en diez minutos muy amablemente y gracias a él pude experimentar lo que estoy a punto de narrarles ahora.

Comencé a comprender las tácticas, a disfrutar del ambiente y a interesarme por los jugadores. Con algunos tuve oportunidad de hablar, unos a micrófono cerrado y otros grabadora mediante. Había de todo: simpáticos, creídos, humildes, luchadores, rebeldes y elegantes. Cada tenista tenía una personalidad que transladaba en cada torneo a la pista. Entre los muchos con los que pude entablar una breve conversación se encontraba el actual número uno del mundo, un chico que responde al nombre de Rafael Nadal.

Entró en la sala de prensa para hablar sobre la fundación Bust Buddies a la que presta apoyo. Pasos lentos, algo forzados, semblante serio, despeinado y en su pecho, una camiseta rosa fucsia, dejaban entrever el agotamiento de alguien que, aunque muchos no lo crean, es humano.

Tras contestar a las preguntas formales de la rueda de prensa, se levantó de su asiento e intenté acercarme a él para conseguir sin éxito alguno una entrevista exclusiva para la emisora en la que trabajo. Salí de aquella sala sin sus declaraciones en mi minidisc, pero con una gran satisfacción, la que da conocer a alguien que aparentemente lo tiene todo, pero que como me afirmó aquella tarde es consciente de que "en un encuentro sólo hay dos opciones: perder o ganar. Unas veces pasa la primera y otras la segunda".

Tengo que reconocerles que me impresionó aquel chaval al que veía como la imagen de la marca de mi coche. Me gustó su fuerza psicológica, su lucha, su respeto hacia el contrario y su saber perder. Me gustaron sus palabras cuando el jugador galo, Gilles Simon, le hizo retirarse de la competición a un paso de la final. "Unas veces se gana, otras se pierde y ahora tengo que aprender de esta derrota", afirmaba.

Les aseguro que he visto muchos partidos de tenis esta semana y cada uno me ha enseñado una cosa diferente. Más allá del glamour, de las marcas, los famosetes y las puntuaciones. En el tenis, como en la vida, hay humildes, fuertes, malcriados, estúpidos y elegantes. Los hay que se esfuerzan, los despistados, los que se creen guapos, los que se dejan llevar por la situación y los que la controlan.

Creo que estaba equivocada... Adoro el tenis.