miércoles, diciembre 30, 2009

UN AÑO PARA VER

Nunca me había hecho a la idea de lo "ciega" que estaba hasta que abrí los ojos en aquel quirófano. Ocurrió un jueves inolvidable a principios octubre, por supuesto, en Madrid. El doctor Torres me despertó de mi letargo con un suave susurro que decía: "Todo ha salido bien". Abrí los ojos y fue entonces cuando, tras desprenderme de mis dioptrías, sentí que habría un antes y un después en mi vida.


Este año he visto más que nunca. Desde aquel día, no sólo aumentó mi campo visual, si no que ahora mis realidades tienen más luz: desde los bares de Malasaña en los que tomo café con mi amigo Javi o con Gaby; pasando por los atardeceres en Almansa con mi querido Alex y Garci, las palabras de Lucre y Julio César desde el otro lado del charco, hasta llegar a los colores de los cuadros de la tienda de Ana y de los jardines de mi casa que EL y yo estrenamos.

El 2009 con su crisis arrastrada iluminó la vida de Eva, cuando en pleno mes de agosto la pequeña Silvia aterrizó en este mundo para recordarnos que es posible ver más allá de nosotros mismos. He visto como Alba crece y evoluciona sin perder de vista eso que la hace tan especial: su capacidad de sentir; y como cosas invisibles han hecho que mi ahijado sea capaz de verme cuando físicamente no estoy.

Este año he sido feliz a través de la mirada de otros. Lo sentí al despedirme de John en el Café Comercial, poco antes de que tomara un vuelo con destino Londres. Allí comprobé que existen las despedidas alegres, esas en las que ves como alguien que quieres cumple un sueño. Los míos son guiados por ÉL , ese que me mira siempre con sus ojos multicolores y que hacen que mi vida tenga sentido completo.

Tengo que confesarles algo, hay tres cosas de las que no me arrepiento: dejar de fumar, operarme de la vista y ser periodista. Ese oficio que, a pesar de sus cosas, lo quiera o no es mi vida. Este año he descubierto que en la radio nunca estás solo y que cualquier cosa que pase en mi existencia queda aparcada cuando me pongo unos cascos dentro de un estudio. Allí me he encontrado con personas como Marta, mi amiga y compañera que me ha enseñado que compartir es amar. Personas como ella, mi familia, Mariví, Montse, Plaza, Celia, Lorenzo o Jesús me recuerdan a diario que soy una chica afortunada.

Mi amigo Fran me ve crecer a través de la pecera. Es un superviviente, solitario y valiente. Me gusta mirarle, porque él siempre será "la persona que me dió aire cuando estaba a punto de ahogarme".

365 días de información dan para mucho y han sido increíbles: Hemos hablado con el patrón del buque Alakrana, dicho "adiós" a Michael Jackson, sufrido con Aminatu Haidar y narrado la tragedia de Air Comet. También hubo tiempo para que me quitaran el aire Alex Kapranos y los dos besos que le robé a Alejandro Sanz.

En 2010 quiero seguir viendo más cosas, siempre para poderlas contar.



sábado, junio 27, 2009


"Bad". Así se llamaba la canción que mi madre y mi tío Fer no dejaban de poner en el tocadiscos del salón cuando era una niña. Llevo varios meses sin escribir en este blog, tal vez porque no tenía nada que decir... Hasta hoy.

El jueves por la noche viendo CNN internacional me enteré de que Michael Jackson había muerto. Al principio, como todas las noticias, la recibí con cierta distancia especulando sobre su veracidad. Una vez confirmada, me acosté y, al día siguiente viví junto a mis compañeros una jornada laboral emocionante y a su vez agotadora.

El que puso banda sonora a mi infancia Jacko, el malo había fallecido en su casa de Neverland en extrañas circunstancias que aún están por determinar. Ya de madrugada, cansada y resacosa me conecté a la Red como hago a diario para ver cómo tratan los periódicos del día siguiente la noticia. Llevaba varios meses sin escribir y la foto de portada de cierto diario español me devolvió las ganas de hablar: Cuatro columnas, grandes dimensiones y color para una imagen de la cara de Jacko el malo con los ojos cerrados y más blanco que nunca porque estaba clínicamente muerto. En la foto, tomada de la pantalla de un televisor, se podía observar al cantante intubado y con una mascarilla, bajo la mano de un enfermero que intenta sostener una bombona de oxígeno.

Deleznable. Cosas como estas hacen que me plantee una vez más hasta dónde se puede llegar para vender periódicos... Y más, cuando las normas de estilo de ese diario predican lo siguiente: "no se publicarán imágenes de cadáveres". Entonces, es cuando miro la portada, me cuestiono mis dioptrías de miopía (que son muchas) y me planteo lo siguiente: ¿Y esta foto de que es? Yo aquí precisamente no veo al Sr. Jackson paseando por el parque...

Siempre he pensado que una imagen es publicable o emitible cuando es de interés público y no atenta contra la intimidad o el honor de una persona. ¿A ustedes les gustaría que a alguien de su familia se le captara semejante instantánea? ¿Les parece una imagen crucial para sus vidas? ¿Determina esta foto el curso de la investigación de la muerte de Michael Jackson? En definitiva: ¿Es interesante? Y si lo es... ¿Para quien?
Yo soy periodista y esa imagen no me interesa como tampoco me interesaron los primeros planos de la princesa Diana de Gales cuando se estrelló en un túnel de París el 31 de agosto de 1997; la de una víctima de un atentado terrorista o la del vecino que se suicidó hace tres meses en Lavapiés. En los muertos no hay clases, pero si hay clases de periodistas. A mi particularmente me llaman mucho la atención esos que se creen con derecho a juzgar la vida de la gente y olvidan la finalidad que tiene su trabajo: informar. Claro que también hay periodistas que ejercen su trabajo con otros objetivos como ganar dinero y vender más ejemplares. Señores, hay de todo.

Probablemente, el señor Jackson no fuera un santo, pero nadie de nosotros -y menos un periodista- es quien para degradar su persona una vez ha cerrado definitivamente los ojos. No es justo.

Ya lo dijo Jacko muchas veces en un video que dirigió el gran Martin Scorsese allá por 1987; lo dijo tantas veces que se le agotó la voz y cambió de color. Lo dijo alto, bailando, vestido de negro y encerrado en el metro Nueva York: "We can change the world tomorrow. This could be a better place If you don't like what I'm sayin. Then won't you slap my face... Woo! Woo! Woo! (And the whole world has to answer right now just to tell you once again...) Who's bad?"




domingo, enero 18, 2009

EL PRINCIPIO DE UN NUEVO VIAJE

Lo he conseguido, después de estar tantos años esperando, de plantearmelo mil veces, de cambiarme de autoescuela, de estar al borde de la ruina y de inumerables madrugones: Tengo la "L". Obtenida en Móstoles, el paraíso de los histéricos al volante, en la cuna de las famosas empanadillas de aquella Nochevieja de Martes y Trece, lo logré y, encima, a la primera.

No saben las que pasé hasta que me decidí a sacarme el maldito carné... Sobre todo a raíz del accidente de coche que tuve hace algunos años. Después de aquello y de ver muchas desgracias en forma de lesiones en el hospital durante esos meses de rehabilitación, pasé de amar a los vehículos de motor a condenarlos al desguace del olvido de mi mente. Pero, como dice mi filósofo favorito, Nietzsche: "No hay mejor manera de vencer el miedo que enfrentarse a él". Y así lo he hecho.

Aprobé un viernes 16 de enero, a las 9.45 de la mañana, después de que mi compañera de examen se metiera por dirección prohibida y el examinador no la dejara ni salir del centro de la DGT. Era su quinta vez y me dió mucha pena que suspendiera porque- según creo- todo fue cuestión de nervios. Y allí estaba yo, sentada al volante, con mi camiseta favorita -la de la peli El club de la lucha que me regaló mi amigo Javi por mi cumpleaños- sobre ella, la que me dió Eva de manga larga con una muñeca estampada estas navidades y en el bolso, una medallita de un San Pancracio que me regaló un taxista encantador cuando iba a cubrir una rueda de prensa de Zapatero a Moncloa.

Una vuelta por Móstoles, un par de aparcamientos, una ruta por Alcorcón, vuelta al centro de exámenes y... Aprobada. Lo mejor de aquel día fueron muchas cosas: que disfruté de la prueba porque he descubierto que me gusta conducir, la felicitación de mis amigos, la de EL, la de mi familia, la llegada a la radio y la celebración con mis compañeros... Pero lo mejor de todo fue sentir que con la llegada de mi carné y con la L quedaban atrás muchas cosas que espero que con el tiempo vislumbre con forma de fotografía borrosa.