sábado, marzo 13, 2010

KARMA

Hace mucho que no me siento a escribir, desgraciadamente cada vez estos momentos frente a mi pantalla en blanco son más escasos. Demasiado trabajo, demasiada prisa, tal vez esta semana en algún instante corrí el riesgo de tambalearme y perder el equilibrio.

Nunca pensé que el sitio donde más me agobiaba cuando era estudiante con el paso de los años se convirtiera en un remanso de paz. Aquella tarde plomiza de marzo me encontré a mi misma paseando por la biblioteca de la universidad, teóricamente buscaba un libro sobre feminismo para mi tesis, cuando comencé a caminar por aquellos pasillos y me invadió un sentimiento hasta entonces desconocido para mi: la nostalgia. Con ella a cuestas logré subir hasta mi departamento donde me esperaba mi profesor, charlamos sobre mi trabajo, lo destripó y me "obligó" a repetirlo. "Para hacer una investigación tienes que dejar de ser periodista. Quítate el traje, quédate en pelotas, piensa y mírate"- me dijo.

Y eso hice, volví a bajar a la biblioteca, pero esta vez me senté en un rincón situado en la planta de arriba, aquel en el que tanto me gustaba estudiar. Fue ahí, cuando al poner mis libros de feminismo y las correcciones, encontré una inscripción que hice con la punta de un compás cuando estaba en tercero de carrera. Sentí una tremenda presión en el pecho, me empezó a faltar el aire, recogí mis cosas y salí corriendo. Ya en el césped sentada sola, con la sensación de tener la edad de una anciana, no paraba de hacerme el siguiente reclamo: "¿Qué he hecho?"

Mi maestra budista me habló del karma en unos encuentros que tuvimos hace un par de semanas. Yo no creía que iba a comprender lo que era hasta ese día. Mis acciones pasadas habían creado un karma. Estaba pagando las consecuencias externas y mentales de errores que cometí hace mucho tiempo. Por inercia natural fui consciente de él. Es cierto, todo vuelve y si haces daño, ese sufrimiento tarde o temprano regresa más fuerte a la persona que lo originó.

Esta noche termina mi semana, que ha tenido sus cosas buenas: las risas con mis compañeros, los abrazos de Marta, aquella conversación con Chema, la radio, la música y aquella entrevista... El regreso de John a territorio español, la voz de la pequeña Alba y de Eva desde el otro lado del teléfono, el mail de Montse, aquel "te quiero" incondicional de Alex y mis madrugadas en calma con ÉL velando mis sueños, porque en ellos vamos de la mano. Sin duda, soy una chica con suerte.

Termino la semana, tras una estupenda cena con Raquel y Ana en el Mc Donalls del barrio, ese al que estoy orgullosa de pertenecer. Recuperándolas a ellas, también he recuperado un trocito de mi. Hablamos de mi karma, de ese camino que cuando menos te lo esperas la vida te pone en él a causa de una mala acción del pasado y toca recorrerlo en compañía de la culpa, el arrepentimiento, la nostalgia y el cual, cuando no te das cuenta, sientes que se transforma en sufrimiento. Esta noche estuve a punto de caerme, pero por suerte estaba el hombro de Raquel para sostenerme la cabeza firme.

Ya no puedo pedir perdón, no vale de nada. Ana dice que cuando quieres decirle a alguien que no tienes cerca que lo sientes, solo tienes que cerrar los ojos e imaginarle sentado a tu lado. Debo asumir mi karma de esta vida. Tal vez en otra... Nunca se sabe.
Ahora voy a cerrar los ojos.