martes, diciembre 23, 2008

EL GORDO DE NAVIDAD

Me enteré de que mi amiga Eva volvería a ser madre mientras hacía guardia en la puerta de un despacho de la calle Serrano para buscar a un tipo de dudosa reputación financiera. Era una mañana gélida de 15 de diciembre cuando Madrid lucía en su cielo nubes bajas y plomizas, los coches ya empezaban a escasear a causa de las vacaciones y el caso Madoff alcanzaba su nivel de máximo apogeo en las portadas de los principales diarios.

Y allí estaba yo, en la puerta de un despacho donde no querían recibirme, descuadrada y muerta de frío cuando escuché la voz de Eva a través del móvil: "Confirmado. Estoy embarazada", me dijo repleta de satisfacción. "Enhorabuena", la contesté. Tuve que colgarla porque debía continuar al acecho de mi personaje corrupto, pero mientras caminaba de vuelta a la radio me vinieron muchas imágenes a la cabeza, algunas se remontaban a cuando conocí a Eva hace ya unos cuantos años: Ella, siempre en aquella pequeña tele encerrada en una sala de postproducción (el que era su pequeño cubito) ataviada con aquella sudadera color grosella, sus zapatillas y sus vaqueros medio rotos. Cuando la vi en medio de toda la redacción, en la que sobraban polos de Ralph Lauren color rosa palo, algo me dijo que sería importante en mi vida.

El recuerdo de la primera vez en que nuestras vidas se cruzaron, unido a la sonrisa de la pequeña Alba y aquellos juegos junto al mar en verano, me acompañaron hasta mi regreso al trabajo junto con una enorme sensación de plenitud que se reafirmó el sábado cuando otra de mis queridas amigas, Celia, me confirmó también su estado de buena esperanza. Ella es otra luchadora que, al igual que Eva, ha decidido acompañarme en la aventura de la vida.

Ya ven, la natalidad no entiende de crisis, como tampoco la felicidad entiende de dinero.

Últimamente me siento bien, quedo con mis amigos, paseo con mi compadre Fran al salir de la radio, me rio con EL en casa y con el loco de nuestro perro; y, lo más importante de todo, cuido de los mios. Cuando se celebró ayer el sorteo de la Lotería de Navidad, por primera vez en mi vida, me tocaron 20 euros que jugaba a medias con Fran. Me puse muy contenta, miré a mi alrededor y pensé en mi gente: Sin darme cuenta, me había tocado "El Gordo".

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