jueves, julio 17, 2008

UNA TARDE DE VERANO

No se imaginan lo que me ha cambiado la vida en un mes. Desde que tengo tiempo para mi y mis cosas, me siento infinitamente mejor. Ayer por la tarde estuve paseando con mi amigo Lorenzo por el Retiro. Fui a buscarle a eso de las siete de la tarde a su casa y, para mi sorpresa, me encontré con que había escuchado mis audios de la radio. Nada más cruzar el umbral de la puerta me invitó a sentarme en el sofá azul, me ofreció una Coca- Cola y, mientras él se ponía los cascos en las orejas, la que escribe intentaba sorber burbujas a la velocidad del rayo.

-Están bien, Sara, pero pueden estar mejor. No me mire así jovencita, le faltan años. Dése tiempo. Me gusta volver a verla así de contenta, pero sobre todo, me gusta volver a verla- me dijo mientras sonreía. Me gusta ir a visitar a Lorenzo porque su casa me recuerda a un museo audiovisual escarpado entre las nubes del cielo madrileño.

Estuvimos paseando por el Retiro, charlando sobre la tele, la radio, los medios, los libros, los amigos, las vaciones y mil asuntos más. Lorenzo siempre dice que es feliz aquel que es capaz de disfrutar de los pequeños momentos que ofrece la vida a diario. Antes en mi anterior etapa profesional, apenas tenía tiempo de verme a mi misma, ahora, tras tardes como la de ayer, me he dado cuenta de que ya puedo ver a los demás.

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