martes, diciembre 19, 2006

CUENTO DE NAVIDAD

Erase una vez una periodista y una canción de Ray Charles....

Estaba sola en la redacción, todo el mundo se había largado. Tenía que rematar un par de reportajes para el número de enero y debía hacerlo en menos de dos horas... Tecleo como una posesa, una llamada de mi amiga Celia, un par de lacasitos a mi estómago, una taza de té y concentración, mucha concentración. Estaba a punto de escribir la última palabra cuando... ¡Zas! De golpe se cierra la puerta de salida.

"¿Y ahora que hago?"- pensé. Sinceramente, no era la primera vez que me quedaba encerrada en una redacción, así que decidí esperar. Me asomé a la ventana y durante un instante me recreé en ese atrezzo navideño que viste la ciudad. Pasé 20 minutos ensimismada hasta escuchar el ruido de unos pasos. "¿Holaaa? Estoy encerrada¡¡¡ ¿Alguien me abre?"-voceé. Les confieso una cosa, si no llega a ser por la señora de la limpieza hoy no estaría redactando estas líneas en mi casa. Recogí mis trastos, lápices, apuntes y la cesta de Navidad que me habían regalado mis compañeros.

Bajo a recepción, el portero me pide un taxi y nadie descuelga el maldito teléfono. Sonaban los villancicos... "Campana sobre campana... Espere un momento, por favor. Y sobre campana unaaaa.... En seguida atenderemos su llamada.... Verás al niño en la cuuunaaa". Tras 10 minutos de taladro navideño decidí salir a la calle a buscarme la vida. Hacía un frío terrible, la calle Miguel Angel estaba atascada, mil personas andaban por la acera... y ni un taxi libre! Estaba a punto de darme un ataque. Me había levantado a las 7 de la mañana, había trabajado 8 horas en un sitio y cuatro en otro, estaba helada, me dolía la cabeza, empezaba a no sentir los pies y la calle seguía plagada de coches... Piiiiiiiii!!!! Piiiiiii! Me iban a dejar sorda. Las luces de los árboles, los adornos y demás complementos que hay por estas fechas pasaban desapercibidos ante mi imperiosa necesidad de conseguir un vehículo que me llevase a casa.

Y ahí estaba yo, cargada con la cesta de navidad, con un gorro ridículo en la cabeza, mis zapatos nuevos de AD y pasando más frío que un chino en Siberia. Estaba a punto de ponerme a llorar cuando de repente un taxi se paró justo en la puerta del edificio de la revista. Me lancé a él como una posesa, pero también lo hizo un tipejo con gabardina oscura y pinta de tirado. "Lo había pedido usted?" - le dije. Fue entonces cuando casi me desmayo. El hombre de gabardina se dio la vuelta, se giró hacia mi y contestó: "Sí, pero suba. Yo no tengo prisa". Cuando le vi la cara...Enseguida le reconocí, era un actor, un personaje muy conocido del cual la que escribe es una gran fan. "Hace tan sólo una semana que he visto una peli suya en la tele...."- me decía por dentro.

Entre el frío de la ciudad y los nervios del encuentro, no sé como nos las apañamos pero empezamos a discutir.
- Suba usted
_ No, no, señorita. Tómelo vos.
-No, no...

El taxista se puso neurótico y dijo: Miren, visto que no pasan muchos taxis hoy podrían tomarlo juntos. Para donde van?

- Lejos- le dije.
- A PLaza de España- contestó el actor.

Nos quedamos mirando al taxista el cual resolvió el entuerto pronunciando la siguiente frase: A quién llevo primero?

Me subí en el taxi con el actor, decidimos tras la discusión que él se bajaría primero. Estaba más cortada que una paragualla pensando: "¿Y ahora que carajos le digo? Le hablaré de la última peli suya que vi e el cine... No, no, mejor, no... Quedaré como una neurótica..Ahhhhhh. ¿Que hago?". No hizo falta pronunciar palabra. El actor lo dijo todo:

-¿Mucho trabajo?
-Un poco.
- Sonrisa perfecta... ¿Periodista?
- Sí, ¿Como lo ha sabido?
- Es fácil, salías de una redacción. Por favor, no me llames de usted.

De pronto el hombre se puso a tararear la canción que sonaba en la radio...."Never knew how much I love you, never knew how much I care When you put your arms around me, I get a fever that's so hard to bear You give me fever, when you kiss me, fever when you hold me tight Fever in the the morning, fever all through the night..."

Fue entonces, sin venir a cuento, sentí que estaba protagonizando una de esas múltiples situaciones absurdas que se describen en las pelis de Woody Allen. ¿Que hago en un taxi encerrada con uno de mis actores favoritos? ¿Porqué tararea "Fever"? ¿Estaré soñando?

- Me encanta la canción. El otro día vi un tío en la tele que la cantó en playback, pero nadie como Ray Charles...

¡Lo hizo! ¡La había pronunciado! La palabra "tele". Yuhuuuu¡¡¡ Pasamos 15 minutos de atasco en la Gran Vía charlando sobre la dichosa cajita, sobre los programas de cine español y sobre la última peli suya que vimos EL y yo.

21.56 minutos y habíamos llegado a Plaza de España.
- Gracias por compartir el taxi.
- A ti.
- No pierdas la sonrisa, puedes volver loco a más de uno...
- Descuida, la sonrisa tiene dueño. -respondí guiñando un ojo.
- Feliz Navidad, Sara. Nos vemos en otro taxi.
- Feliz Navidad.

Cuando vi que se alejaba miré la Gran Vía, esa pasarela tan grande... Tan bonita, tan perfecta... Las luces, la Navidad, la gente, el ambiente y de fondo, en mi interior, Ray Charles. Era perfecto.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Quien era? Waraaaa¡¡¡ que jetaaaaa¡¡¡ cantando fever... lo que no te pase a ti.joder, como sea quien creo. Dios¡¡¡

Feliz Navidad a todos¡¡

Anónimo dijo...

no puedo parar de imaginarme la cara de mi prima...jajajaja. Nos vemos el domingoooo!!!

Feliz Christmas¡¡¡

Anónimo dijo...

Nada me sorprende de Sarita. He presenciado junto a ella cosas de este tipo.

Ayyyy, la sonrisita. juas.;P

Anónimo dijo...

Lo acabo de leer... Me parto.

Anónimo dijo...

todos los días nos vamos con algo a la cama (excluimos los alguien) bueno, malo, agradable, horrible...yo hoy me voy sorprendido por la perfección de La Gran Vía que en ti ha encontrado un espejo.

Cada día escribes mejor. Besos amore!