
miércoles, diciembre 30, 2009

sábado, junio 27, 2009

domingo, enero 18, 2009

No saben las que pasé hasta que me decidí a sacarme el maldito carné... Sobre todo a raíz del accidente de coche que tuve hace algunos años. Después de aquello y de ver muchas desgracias en forma de lesiones en el hospital durante esos meses de rehabilitación, pasé de amar a los vehículos de motor a condenarlos al desguace del olvido de mi mente. Pero, como dice mi filósofo favorito, Nietzsche: "No hay mejor manera de vencer el miedo que enfrentarse a él". Y así lo he hecho.
Aprobé un viernes 16 de enero, a las 9.45 de la mañana, después de que mi compañera de examen se metiera por dirección prohibida y el examinador no la dejara ni salir del centro de la DGT. Era su quinta vez y me dió mucha pena que suspendiera porque- según creo- todo fue cuestión de nervios. Y allí estaba yo, sentada al volante, con mi camiseta favorita -la de la peli El club de la lucha que me regaló mi amigo Javi por mi cumpleaños- sobre ella, la que me dió Eva de manga larga con una muñeca estampada estas navidades y en el bolso, una medallita de un San Pancracio que me regaló un taxista encantador cuando iba a cubrir una rueda de prensa de Zapatero a Moncloa.
Una vuelta por Móstoles, un par de aparcamientos, una ruta por Alcorcón, vuelta al centro de exámenes y... Aprobada. Lo mejor de aquel día fueron muchas cosas: que disfruté de la prueba porque he descubierto que me gusta conducir, la felicitación de mis amigos, la de EL, la de mi familia, la llegada a la radio y la celebración con mis compañeros... Pero lo mejor de todo fue sentir que con la llegada de mi carné y con la L quedaban atrás muchas cosas que espero que con el tiempo vislumbre con forma de fotografía borrosa.