jueves, abril 15, 2010
Querido Eric:
me he enterado de que vas a venir en menos de cinco meses. Me lo ha dicho tu madre por teléfono, tras una conversación en la que el tema principal eran mis problemas laborales.
Permíteme que me presente, me llamo Sara, vivo en Madrid y conocí a tu madre cuando ambas trabajábamos en el mismo medio de comunicación. Era una televisión pequeñita, de esas que probablemente tú ya no llegues a conocer, en las que había pocas manos para hacer muchas cosas. Me crucé en la vida de tu madre cuando ella pasaba ocho horas al día encerrada en un cuarto delante de un ordenador editando videos y yo intentaba reunir la valentía suficiente para ponerme delante de una cámara. No era un trabajo de gran proyección profesional, pero gracias a él tuve la suerte de hacerme amiga de tu madre... Es una mujer muy sabia, que vive como piensa; gracias a eso dentro de cinco meses vas a tener la oportunidad de emprender la aventura más grande del mundo: la vida.
Espero que nos llevemos bien, ya te contarán en casa que las relaciones con los bebés me cuestan un poco... Probablemente la primera vez que nos veamos me asustes y tenga miedo de romperte.
Me han dicho que vas a nacer a finales de Agosto... Vas a ser virgo, como yo. Sinceramente, espero que tengas más paciencia...
Querido Eric, me he enterado de que vas a venir en menos de cinco meses en un día en el que el juez Garzón, la crisis económica y el funeral de un presidente polaco fallecido en un accidente aéreo protagonizaban las portadas de los periódicos. Sí, hoy ha habido muchas informaciones, pero la más importante es que vas a venir a este mundo. Estoy deseando formar parte de tu aventura, en la que te darás cuenta de que las noticias sean buenas o malas no sirven de nada si no tienes al lado alguien con quien compartirlas. Eso es la vida, Eric, las personas, sin ellas nada merece la pena porque sólo ellas pueden hacer que un día gris y brumoso se convierta en un rayo de luz capaz de iluminarte el alma.
Que tengas un buen viaje. Nos vemos pronto.
Te quiere.
Sara
sábado, marzo 13, 2010
miércoles, diciembre 30, 2009
sábado, junio 27, 2009
domingo, enero 18, 2009
No saben las que pasé hasta que me decidí a sacarme el maldito carné... Sobre todo a raíz del accidente de coche que tuve hace algunos años. Después de aquello y de ver muchas desgracias en forma de lesiones en el hospital durante esos meses de rehabilitación, pasé de amar a los vehículos de motor a condenarlos al desguace del olvido de mi mente. Pero, como dice mi filósofo favorito, Nietzsche: "No hay mejor manera de vencer el miedo que enfrentarse a él". Y así lo he hecho.
Aprobé un viernes 16 de enero, a las 9.45 de la mañana, después de que mi compañera de examen se metiera por dirección prohibida y el examinador no la dejara ni salir del centro de la DGT. Era su quinta vez y me dió mucha pena que suspendiera porque- según creo- todo fue cuestión de nervios. Y allí estaba yo, sentada al volante, con mi camiseta favorita -la de la peli El club de la lucha que me regaló mi amigo Javi por mi cumpleaños- sobre ella, la que me dió Eva de manga larga con una muñeca estampada estas navidades y en el bolso, una medallita de un San Pancracio que me regaló un taxista encantador cuando iba a cubrir una rueda de prensa de Zapatero a Moncloa.
Una vuelta por Móstoles, un par de aparcamientos, una ruta por Alcorcón, vuelta al centro de exámenes y... Aprobada. Lo mejor de aquel día fueron muchas cosas: que disfruté de la prueba porque he descubierto que me gusta conducir, la felicitación de mis amigos, la de EL, la de mi familia, la llegada a la radio y la celebración con mis compañeros... Pero lo mejor de todo fue sentir que con la llegada de mi carné y con la L quedaban atrás muchas cosas que espero que con el tiempo vislumbre con forma de fotografía borrosa.
martes, diciembre 30, 2008
martes, diciembre 23, 2008
Me enteré de que mi amiga Eva volvería a ser madre mientras hacía guardia en la puerta de un despacho de la calle Serrano para buscar a un tipo de dudosa reputación financiera. Era una mañana gélida de 15 de diciembre cuando Madrid lucía en su cielo nubes bajas y plomizas, los coches ya empezaban a escasear a causa de las vacaciones y el caso Madoff alcanzaba su nivel de máximo apogeo en las portadas de los principales diarios.
Y allí estaba yo, en la puerta de un despacho donde no querían recibirme, descuadrada y muerta de frío cuando escuché la voz de Eva a través del móvil: "Confirmado. Estoy embarazada", me dijo repleta de satisfacción. "Enhorabuena", la contesté. Tuve que colgarla porque debía continuar al acecho de mi personaje corrupto, pero mientras caminaba de vuelta a la radio me vinieron muchas imágenes a la cabeza, algunas se remontaban a cuando conocí a Eva hace ya unos cuantos años: Ella, siempre en aquella pequeña tele encerrada en una sala de postproducción (el que era su pequeño cubito) ataviada con aquella sudadera color grosella, sus zapatillas y sus vaqueros medio rotos. Cuando la vi en medio de toda la redacción, en la que sobraban polos de Ralph Lauren color rosa palo, algo me dijo que sería importante en mi vida.
El recuerdo de la primera vez en que nuestras vidas se cruzaron, unido a la sonrisa de la pequeña Alba y aquellos juegos junto al mar en verano, me acompañaron hasta mi regreso al trabajo junto con una enorme sensación de plenitud que se reafirmó el sábado cuando otra de mis queridas amigas, Celia, me confirmó también su estado de buena esperanza. Ella es otra luchadora que, al igual que Eva, ha decidido acompañarme en la aventura de la vida.
Ya ven, la natalidad no entiende de crisis, como tampoco la felicidad entiende de dinero.
Últimamente me siento bien, quedo con mis amigos, paseo con mi compadre Fran al salir de la radio, me rio con EL en casa y con el loco de nuestro perro; y, lo más importante de todo, cuido de los mios. Cuando se celebró ayer el sorteo de la Lotería de Navidad, por primera vez en mi vida, me tocaron 20 euros que jugaba a medias con Fran. Me puse muy contenta, miré a mi alrededor y pensé en mi gente: Sin darme cuenta, me había tocado "El Gordo".